El traumatismo ancestral de colectividades inmigrantes, de grupos religiosos, étnicos o políticos de cada pueblo, marca que huyeron en las peores condiciones y hacen un montículo de tierra en la psiquis de sus descendientes: el holocausto judío, la expulsión de los moros de Granada, el genocidio indígena producto del “descubrimiento” de América, la masacre de los armenios, la voladura de las Torres Gemelas, la bomba a la AMIA… La lista por enumerar es tan larga porque la violencia humana no da tregua.
Cada persona tiene un mapa de los sucesos que han marcado a nuestros ancestros. ¿Murió en la Primera Guerra Mundial algún antepasado? ¿Participó en la Segunda Guerra Mundial mi abuelo o bisabuelo? ¿Terminó un ancestro sus días gaseado en algún campo de concentración? ¿Sufrió mi padre un exilio forzado o fue expulsado de su casa paterna? ¿Fue algún miembro de mi familia víctima del terrorismo de Estado? ¿Es ese pariente “diferente” un producto de los avatares sufridos por los detenidos-desaparecidos en las dictaduras chilena, uruguaya, argentina de los años setenta? ¿Dudo de mi identidad y cabe la posibilidad de haber sido un niño apropiado por los dictadores?
Rencores que olvidaron la causa de ayer pero tienen el foco en un chivo expiatorio de hoy, vendettas familiares que perduran en el tiempo, tomas de posta en la guerra o en la economía hogareña, pueblos enemigos desde antaño sin causa visible en el presente pero que siguen en pie de lucha. Si conociéramos la psicohistoria de los enfrentamientos y baños de sangre de los pueblos, tal vez comprenderíamos ciertos problemas “sanguíneos” en nuestro propio clan; y superando los dolores personales, quizá podríamos detener la máquina de muerte y destrucción, que en cada rincón del planeta se sigue multiplicando.
Sin llegar a deseos tan mesiánicos, volvamos al hogar: pequeño escenario de otras “guerras” donde cada cual tiene sus propios interrogantes familiares.
Ejercicio práctico para liberar memorias de traumas ancestrales:
Para trabajar sobre estos traumas ancestrales y sus efectos en nuestra vida actual, vamos a trabajar con el Árbol Genealógico que hemos realizado (ver posteo anterior). Vamos a marcar en el árbol, con el símbolo planetario de Marte (imagen de la izquierda), al/los ancestro/s que pasaron por situaciones de trauma que mencionamos en las preguntas anteriores. Y simplemente los miramos en el árbol, diciendo: “¡Cuánto dolor!”, repitiendo la frase las veces que lo sintamos.
Si tienes tu carta natal puedes complementar este trabajo mirando la casa y signo donde se encuentra emplazado el planeta Marte, quien en la mitología es el Dios de la Guerra. De la misma manera que en el Árbol, sepas o no lo que haya sucedido con tus ancestros, el ejercicio es mirar este planeta y reconocer también las guerras, peleas, traumas de tu sistema familiar.
Con este ejercicio, la propuesta es reconocer la guerra, los baños de sangre, el dolor sufrido o causado, para liberar estas memorias.